septiembre 26, 2025

Rodrigo Riera: El Guitarral Eterno

Por Guitarras del Mundo I Especial

Hoy, que el calendario devuelve en su lecho el día en que vio nacer Rodrigo Riera, conviene alzar la guitarra en un homenaje poético a su memoria, a sus cuerdas, a su canto en silencio. Porque la guitarra —esa madera viviente— guarda secretos de Carora, de Lara, tierra de sus manos primeras, de su canto humilde y de su corazón hecho música.

En aquel rincón venezolano nació en 1923 Riera, con la sencillez andando a su lado, con el pulso firme de quien escucha los vientos del llano y del monte: el joropo, el merengue, el aire venezolano eran parte de su sangre, su herencia primera. Desde pequeño algo lo reclamaba: no solo la guitarra, sino la voz de su guitarra, la hondura de sus dedos para traer lo que late en las tradiciones olvidadas, en los ritmos populares que parecían susurrar nombres de olvido, de nostalgia.

Su obra es un paisaje sonoro, un mosaico de motivos regionales vuelto hogar, de música clásica vestida con retazos populares. En sus composiciones —Aire venezolano, Preludio criollo, Merengue venezolano, Canción Caroreña— encontramos la noble sencillez de lo auténtico y la fuerza expresiva de lo cultivado, de lo que emerge tras el estudio, tras la paciencia, tras la conciencia de que la guitarra puede hablar con voz propia, con rostro nacional.

Pero Rodrigo Riera no fue sólo compositor, ni solo guitarrista; fue maestro. En la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado sembró lo que él llamó “El Guitarral” —una siembra de guitarristas, de sensibilidad, de respeto hacia la guitarra como voz del pueblo y como puente hacia el arte. Su nombre resuena en los discípulos: Efrén Suárez, Valmore Nieves, Rafael Suárez, entre otros, cada uno llevando un pedazo de su legado a cuestas.

Su camino como concertista fue digno, aunque como muchas voces verdaderamente profundas, sus grabaciones no son tan abundantes ni tan fáciles de hallar. Quizá eso acrecienta su aura: lo que existe de Riera hay que buscarlo, estudiarlo, acariciarlo, como se acaricia el traste, el trino, el matiz silencioso entre dos notas.

Hoy, al cumplirse otro aniversario de su natalicio, la guitarra clásica en lengua española debe alzar una plegaria de cuerdas: agradecerle a Rodrigo Riera por haber tejido en su humildad una historia musical que no olvida al campesino, al aire popular, al viento que sopla en los llanos larenses. Que sus preludios sigan naciendo en manos jóvenes, que “El Guitarral” no deje de florecer, y que su música siga siendo puente, memoria, canto profundo.

Con imágenes tomadas de diario El Impulso.

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